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Pues bien, como diría cualquier traductor: depende del contexto.

Nos ponemos en el caso. Entras en la carrera de Traducción e Interpretación porque «no sabías muy bien qué hacer pero te gustaban los idiomas». Acabas metiéndote en el fango de la lingüística, la traductología, los programas de traducción asistida y la traducción general y especializada. Pasas tus años universitarios formándote y llega el día en que acabas el grado. «¿Ya? ¿4 años han pasado?». Sí. Se acabó.

Ahora empieza la tarea más complicada: adentrarte en el mundo laboral. Adiós universidad, hola mundo real. Como trámite final, te regalan unas alas para poder volar oficialmente por esos mundos desconocidos y te las envían por correo certificado previo pago de 160 €. Esas alas prometen y juran por el rey que ya eres digno/a de ostentar el título oficial. Tú te sientes como si el traje que te acaban de poner te viniera grande y te preguntas: «Oiga, pero… ¿Realmente estoy preparado/a?».

Asumimos la realidad y la respuesta es… no. No estamos preparados para el mundo laboral. Nunca lo estamos. «Pero si yo tengo…». Da igual, no lo estás. Pero ni tú ni nadie. Es así, lo siento. «¿Pero significa eso que no puedo intentar ejercer mi oficio tampoco?» ¡Claro que no! Que no estemos TODAVÍA preparados no significa que no tengamos la capacidad o las herramientas necesarias para enfrentarnos a ello. Porque esas alas que nos han vendido por 160 € y sin tique de devolución han sido siempre una oferta engañosa, o si le damos la vuelta al término, más bien una verdad encubierta. Y es que las alas que pagaste no te impulsan para pisar tierra firme como nos quieren hacer creer, sino más bien para empezar a volar.

Photo by Vasily Koloda on Unsplash
Photo by Vasily Koloda on Unsplash

Sí, amigos, si de algo estoy segura al acabar la carrera es que esa formación es una base limitada, aunque necesaria, para poder emprender tu propio viaje con la mochila bien cargada de herramientas e información. Los años universitarios, al menos en lo que se respecta al mundo de la traducción, son el impulso que necesitamos para poder empezar a entender cómo funciona este mundo. La carrera del eterno aprendizaje la llaman.

Pero volviendo a la pregunta inicial, ¿es realmente traductor el que acaba de terminar la carrera? Para responderla, tomaré como ejemplo un caso recurrente que seguro que nos ha pasado a todos. Después de mucho tiempo, te preguntan cómo te va la vida y qué has estado haciendo durante todo este tiempo. En realidad, no sabes muy bien qué responder, porque no quieres parecer un alma perdida que ha ido vagando entre prácticas, másteres, minitrabajos y cursos varios en busca de una identidad laboral. Así que, como eso de resumir nunca se te ha dado bien, acabas respondiendo tímidamente: «soy traductora de francés».

¡BUM!

«Mierda, para qué habré dicho eso». Lo sabes perfectamente. Sabes que te acabas de meter en un un terreno inhóspito en el que la siguiente pregunta que te harán irá relacionada con ese trabajo y, a decir verdad, todavía no has tenido la oportunidad de meter un pie en el mundo; al contrario, desde hace dos años empezaste a trabajar en una empresa de fabricación de muebles donde buscaban una persona que hablara francés. Y ahí se quedó toda la experiencia traductoril. No solo es eso, sino que quizás has estado probablemente dos años sin traducir y quizás a duras penas recuerdas cómo se hacía eso. Qué técnicas empleabas. Qué era eso de los textos paralelos y búsqueda en Corpus, aunque a lo mejor con suerte practicas el francés en la empresa donde trabajas.

Hagamos un símil tomando como ejemplo una persona influyente (o influencer, como diríamos ahora). Esa persona conocida en Instagram decide sacar un libro relatando sus vivencias en ese mundo. Hagámonos la pregunta ahora: ¿es escritora por haberlo publicado? Quizás la respuesta pueda parecer obvia a simple vista, pero ¿ la respuesta depende de la formación o profesión de esa persona? ¿O de su talento? ¿O quizás depende del número de libros publicados para poder hacerse un nombre?

Trasladando el tema al mundo de la traducción, quizás podríamos asumir que la profesión se labra con el tiempo. Tal vez no suceda lo mismo con carreras más teóricas, pero en el caso de la traducción, eminentemente práctica, sí que se pueden perder habilidades. Por no hablar del caso de los idiomas, esos amigos desagradecidos que si no los ves empiezan a olvidarse de ti. O más bien empiezas a olvidarlos tú a ellos.

De hecho, si me paro a pensar, creo que por esto es por lo que meses después de acabar TeI, a la pregunta «¿a qué te dedicas?», siempre  respondía: «soy profesora de español para extranjeros, aunque he estudiado Traducción». Quizás aquí esté la diferencia. Quizás no me sentía cómoda con un título que, en ese momento, no me correspondía del todo.

Sin embargo, a día de hoy, conozco a profesionales del sector que terminaron en la traducción por pura casualidad. Personas que, al igual que muchos compañeros, fueron médicos, abogados, historiadores o periodistas y terminaron traduciendo por placer. O quizás por casualidad, pero la traducción pasó a formar parte de su vida profesional. Esos traductores, además, conocen su temática al dedillo y son expertos en la traducción de ese campo.

Le preguntamos a unos de esos antiguos abogados que acabó siendo traductor y la respuesta aquí es diferente:

—¿A qué te dedicas?

—Soy traductor jurídico.

Sin más. Una respuesta que refleja perfectamente el momento actual aunque haya tenido que dejar atrás una parte de su pasado. Pero no. Su realidad es otra y sus habilidades, aunque relacionadas, distintas.

Somos lo que hacemos

Ahora me viene a la cabeza la eterna pregunta con la que a veces me he tenido que topar:

«¿A qué te dedicas?»

Vaya, me has pillado. No sabría cómo responderte a eso.

 
 

 

 

Comments:

  • María del Mar

    junio 22, 2020

    Hola!!!

    Pues me dedico a lo que me enseñen y me den la oportunidad de aprender, porque creo que en todas las carreras universitarias te dan una base, a veces, más bien lejos de la realidad, no te dicen como será tu vida laboral fuera de la universidad y si te costará o no, encontrar trabajo. Con el tiempo una cosa te lleva a estudiar o a trabajar en otra cosa, hasta que al final esos caminos que parecen divergentes se unifican cuando encuentras un trabajo con el que realmente te sientes a gusto, te levantas cada mañana con ilusión para ir a tu empresa y es en ese momento cuando te das cuenta que todo el proceso de aprendizaje de una carrera, un máster y/o varios trabajos dan su fruto al utilizar todas las habilidades y conocimientos aprendidos, porque lo que hace especial a un trabajador se forja al poner en práctica los conocimientos adquiridos. La práctica hace al maestro y el destino te guia hacia lo que más deseas, aunque cueste años conseguirlo.

    Soy Ingeniera Agrónoma, profesora, alumna, comercial, investigadora, etc. pero ante todo soy Persona, lo demás es secundario.

    Saludos y muchos ánimos!! Ya por haber nacido somos excepcionales!! La vida es maravillosa y cada día está ahí para enseñarnos.

    MGO

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