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La crítica más ingenua

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A simple vista, por su portada, podría parecer que se trata de la nueva película de comedia sosa de la cartelera de Netflix, pero un enigmático título, una temática familiar para estos últimos tiempos —la destrucción del planeta por un cometa que se aproxima a la Tierra— y un elenco estelar a la altura de estatuilla han bastado para despertar el interés de todos los que amamos el género y que, además, compartimos devoción por actores como Leonardo diCaprio, Meryl Streep, Jennifer Lawrence y Jonah Hill. La apuesta perfecta.

¿Y cómo no íbamos a darle una oportunidad si Netflix ya nos tiene acostumbrados a sus grandes apuestas cinematográficas?

Aficionados al cine de comedia e ingenio absoluto: pónganse cómodos en la silla y miren muy arriba. Un cometa se acerca a vuestras pantallas.

La doctoranda en astronomía Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) realiza un inquietante descubrimiento junto con su profesor el Dr. Randall Mindy. Con un 99,7 % de probabilidad, descubren que un cometa de entre 5 y 10 km impactará en la Tierra y causará la destrucción de este a los 6 meses. Alertados por la veracidad de los resultados, ambos acuerdan informar a la NASA del hallazgo y dirigirse a Washington para alertar a la presidenta de los Estados Unidos del terrible suceso que asolará la vida en el planeta y poder trazar así un plan para destruir al cometa. Sin embargo, al intentar explicar la gravedad de las investigaciones, se dan cuenta de que no solo la presidenta —papel brillantemente interpretado por Meryl Streep— no reacciona ante el anuncio alegando que ya existen muchas alertas apocalípticas como el calentamiento global— sino que, además, ordena «esperar y evaluar la situación» hasta que pasen 3 semanas de las primarias de su partido.

Una idea tan descabellada y absurda como real y cierta.

Así que con un estilo clásicamente inglés podríamos describir No mires arriba como una película:

absurdamente ingeniosa o metafóricamente real.

Porque lo que relata Adam McKay en forma de parodia es una realidad que nos atrapa y de la que ninguno está a salvo. Una crítica explícita a los políticos, al inexistente pensamiento crítico de la sociedad y a su caballo de Troya, los medios de comunicación. De hecho, es precisamente a través del humor y el discurso irónico que el film ha conseguido calar en la mente de los espectadores y hacer reír y enfadar a partes iguales. Un simbolismo sobre la pasividad de una sociedad que prefiere vivir felizmente en la ignorancia antes que actuar a tiempo.

Porque si de algo habla esta película no es de la advertencia del fin del mundo, sino de la emergencia climática y la indiferencia e impasibilidad por las luchas ecologistas.

LA VERDAD A OJOS DE LA CIENCIA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Una de las líneas argumentales de la película se centra en la comunicación de una verdad inasumible para una sociedad que solo piensa en el beneficio propio. De hecho, es aquí donde el argumento principal se entrecruza con varios análisis sobre la comunicación de la ciencia y sobre cómo esta debería dirigirse a la sociedad. ¿Cómo difundir un mensaje de amenaza en una época en la que las noticias falsas están a golpe de clic?

Y es aquí, señoras y señores, donde el discurso de legitimidad, que debería ser asumido únicamente por científicos y expertos, se difumina y da paso a una verdad taponada por los medios de comunicación.

Ejemplos como este lo veremos en una escena de la película en la que Leo diCaprio, preocupado por el pacto que tiene el gobierno con uno de los grandes empresarios interesado en la colisión, decide enterarse de cuál ha sido el procedimiento científico para acordar, finalmente, que el cometa estalle en la Tierra. Es en ese momento cuando la presidenta de EE.UU., visiblemente incómoda por la pregunta ante la presencia del millonario, le recuerda al Dr. que ha sido «su propio equipo de científicos» el que han avalado el impacto. Información sin revisar y que, una vez más, no interesa contrastar.

La película, además, consigue destapar las vergüenzas de los grandes medios de (des)comunicación. Ante la negación de la administración por admitir la evidencia científica, ambos científicos se ven obligados a comunicar al mundo la amenaza inminente a través de las grandes cadenas de televisión, y aquí se topan con otra realidad paralela que, probablemente, no es ajena a ningún país: la frivolidad y manipulación mediática para informar de la realidad. Una libertad informativa que favorece la monoopinión y que adormece a una sociedad ya de por sí aletargada.

Lo vemos en personajes típicamente estereotipados: el gobernante empeñado en primar la economía de grandes corporaciones sobre los intereses colectivos; el científico silenciado y deslegitimizado que sufre de forma delirante la sordera de los que deben actuar; el empresario millonario que coquetea con los gobernantes para distorsionar la realidad y sacar rédito económico y la afamada presentadora engolada de un magazine televisivo que no esconde su fervor por los intereses capitalistas.

No mires arriba no es simplemente una crítica mordaz de la sociedad mediante un título brillante y audaz —en este caso, que le va como anillo al dedo al problema de la pandemia, quién sabe si también de forma intencionada— y la ceguera de la sociedad ante los verdaderos retos, sino que también supone un jaque mate al creciente negacionismo y al aumento de la ultraderecha en el mundo.

En definitiva, un altavoz y un ingenioso toque de atención a aquellos que manejan nuestras decisiones.

Quién sabe si por eso esta película ha resultado bastante incómoda para algunos. Quizás por ese mismo motivo se ha convertido en todo un exitazo. Su objetivo, más que cumplido.

Y, por último, si se me permite, no me gustaría terminar esta críticasin destacar la actuación estratosférica de Leonardo diCaprio. Un papel tan real y oportuno como su compromiso por el ecologismo y el progreso. Y, eso sí, —y anuncio desde ya el esperable final de la película— sin que su personaje consiga sobrevivir.

Parece inadmisible que Leo diCaprio pueda sobrevivir en cualquier género de película. Ya tiene algo en común con la estupidez humana.

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