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—¿Has visto aquello? 🧐

—¿El qué?

—Aquella casa que se asoma entre las montañas. Qué bonita, ¿no?

—Ah, sí, es un cortijo. Está por todos lados.

Cortijo. Esa palabra que en mi imaginario léxico representaba una gran casona rodeada de extensas tierras agrícolas que el patrón cuidaba con esmero. 🌳🎠🌳

Lo reconozco, en mi cabeza la palabra «cortijo» era algo así como hablar de Pasión de Gavilanes pero a la española. 🤫😏

«Quién es ese hombre…» 🎶 🎶

Y resulta que no. 😂

Que lo que yo llamo «casa» tú lo llamas cortijo. Y lo que tú consideras «choza», en la Comunitat Valenciana es una barraca.

¿Sabes la diferencia entre algunas de estas?

Te invito a que compartas este contenido si te resulta útil y a que me comentes qué otras viviendas conoces de tu tierra que se me hayan escapado a mí.

¿Nos alquilamos un cortijo para esta semana? 😎

LA BARRACA

La barraca es un símbolo arquitectónico propio de la huerta de Valencia y realizada a partir de materiales rudimentarios tales como el barro, la paja y el adobe. Estas antiguas casas de huertanos y pescadores valencianos se construyeron tomando como referencia las chozas circulares que se construyeron en la época de los íberos, con la diferencia de que las barracas tenían un tejado triangular de importante inclinación para ayudar a desaguar las cuantiosas lluvias de esta zona.

Además, estas típicas edificaciones han estado siempre presentes en la literatura valenciana, como en el caso de “La barraca” de Vicente Blasco Ibáñez, ya que, tal y como comenta Josep Montesinos: «las barracas se extienden sobre el espacio de minifundio, pero conformando una abigarrada sociedad, con sus relaciones, normas, y unas formas de vida que han pasado al imaginario colectivo como uno de los elementos más reconocibles del pueblo valenciano», un espacio histórico y social que dio forma a la vida valenciana en la huerta.

Debido a la urbanización de Valencia y a la falta de condiciones higiénicas, estas viviendas empezaron a desaparecer a partir del siglo XX.

LA ALQUERÍA

Volvemos de nuevo a la Comunitat Valenciana y nos encontramos con una de sus edificaciones más representativas: las alquerías. Estas casas de campo relacionadas con la zona de regadío solían utilizarse como casas de labor próximas a tierras para trabajar, pero, a diferencia de la barraca, las alquerías solían controlar grandes extensiones de tierra.

Estas construcciones suelen tener una planta rectangular, en la cual se aglutina la llar o comedor, l’estudi o habitación de matrimonio y la cocina. En la segunda planta también podía haber lugar para más habitaciones, pero tradicionalmente se utilizaba para guardar la cosecha.

La palabra alquería debe su nombre al árabe, “pequeño poblado”, razón de más para entender por qué muchas de estas edificaciones se agrupaban entre sí a lo largo de la huerta valenciana. Actualmente las podemos ver integradas a otros municipios o en plena tierra de cultivo.

LA MASÍA O EL MAS

Si nos adentramos en tierras catalanas, podremos reconocer fácilmente su paisaje por estas edificaciones propias del campo y con reminiscencias romanas. Al igual que en el caso de la alquería, estas casas se utilizaban como espacio para una explotación agrícola exterior. Aunque los materiales que se utilizaban dependían del lugar donde se construyesen, la mayoría están edificadas a base de piedra sin pulir para mantener la solidez de la estructura. Además, los tejados suelen verse a una o dos vertientes.

Normalmente tenían hasta dos alturas y reservaban la planta de abajo para el establo o, en su lugar, en un lugar anexo. La primera planta solía reservarse para el hogar y la última para guardar la cosecha.

Si hacemos un viaje en carretera por Cataluña y la Comunidad Valenciana, podemos encontrar estos edificios tanto en el interior montañoso como en las zonas de alturas medias y en la costa.

Actualmente, muchas se han rehabilitado como segundas residencias o como casas rurales.

EL CORTIJO

¿Y qué tal si bajamos al sur de la Península Ibérica? Allí encontraremos un bonito manto de casas blancas rodeadas de montañas suntuosas. Bienvenido/a, estás en uno de los lugares en los que a las grandes casas, esas que a veces llamamos caseríos o masías las llaman cortijos.

La construcción de estas casas se remonta a la época musulmana de Al-Ándalus, cuando las alquerías alcanzaron todo su mayor esplendor y desplegaron en la zona meridional grandes explotaciones de tierra llamadas latifundios. Esta apropiación de grandes terrenos de tierra chocaba con un norte de la península basado en minifundios, y en ella vivían los trabajadores y el propietario cuando se encontraba en el lugar. Además, tener en propiedad alguna de estas construcciones suponía un estatus en la lucha de las clases sociales por las grandes extensiones de tierra que se controlaban.

Estas casas se desenvuelven en torno a un patio central desde el cual se distribuyen el resto de dependencias: dormitorios, cocina, graneros, talleres y otra clase de estancias para el trabajo.

En la actualidad, muchos de esos cortijos se utilizan como oferta hotelera de lujo.

 

EL PAZO

Esta es una de los edificios más espectaculares del norte de España y construido con piedra para aislar las estancias del frío y de la lluvia. Además, su belleza también se debe a un entorno rodeado de imponentes y coloridos jardines que aportan estilo y elegancia.

En este palacete rural de estilo señorial residía la nobleza del momento, por lo que la vida local giraba en torno a él. Por un lado, tiene ese aspecto defensivo propio de la Edad Media, y por otro, bebe de la época monástica de máximo esplendor en Galicia.

En definitiva, una esencia arquitectónica marcada por el misterio y la elegancia propia de estas tierras.

EL HÓRREO GALLEGO

Esta construcción tan peculiar la podemos encontrar en Galicia y en Asturias con ciertas diferencias, aunque ambas se mantienen elevadas con respecto al suelo gracias a unos pilares que evitan la entrada de humedad del suelo y de los animales. De hecho, esta elevación permite que los alimentos se conserven y no puedan ser devorados por roedores. Además, las ranuras de las paredes permitían la ventilación para una mejor conservación de la comida.

Actualmente quedan pocos hórreos a lo largo y ancho del paisaje, aunque en su momento llegaron a utilizarse para conservar la cosecha debido a la pronta llegada del frío.

Una construcción tan particular como digna de aparecer en la película Las brujas de Zugarramurdi.

EL CASERÍA VASCO

Siguiendo por el norte, llegamos a una de las construcciones más antiguas de esta zona, la cual fue poblando montañas y grandes tierras de labranza, el caserío. Este edificio colosal de aspecto similar a la masía catalana solía dividirse en dos plantas y recogía en una misma estructura todas las estancias para el trabajo y la vivienda.

Vislumbrar estas construcciones a lo largo del paisaje vasco es una delicia y nos remonta a hace más de 500 años, cuando las carreteras y los agobios urbanos todavía estaban lejos de poblar las postales de estas idílicas tierras.

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