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La crítica más ingenua

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Pocas cosas pueden pronunciarse con este adverbio de frecuencia. Pocas veces afirmamos con tanta rotundidad que algo es infinito, verdadero, puro y eterno. ¿Quién se atrevería a hacerlo?

Sin embargo, con esta mezcla detonante de certeza y de eternidad, Susanna Tamaro se aventura a poner título a una historia que no termina de completarse y entenderse en conjunto hasta el final.

«¿Existe el “para siempre”?», me preguntaste. Te abracé todavía más fuerte. «Solo existe el “para siempre”», te respondí.

Con este pacto de amor, Matteo sella para siempre una promesa que le pesará el resto de sus días. Tras la muerte repentina y accidental de su mujer Nora y del hijo de los dos, Susanna Tamaro nos va trazando el camino sombrío y devastador por el que pasa un hombre al que la vida se le parte en dos. Tras una pérdida inesperada y fortuita, Matteo se ve en la dura tarea de seguir con una vida que le ahoga y que no reconoce como suya, pero que le obliga a seguir adelante a pasos forzados. Es en este momento cuando decide retirarse de forma solitaria a una montaña y donde empieza a reencontrarse con el alma que llevaba dentro.

De esta forma, la autora de “Donde el corazón te lleve” nos detalla con delicadeza y a un ritmo muy pausado el proceso de desaliento, aceptación y superación por el que un hombre pasa en la búsqueda de una verdad incomprensible y de su temido vacío existencial. Una historia bucólica en la que el tiempo se para y los sentimientos florecen para dar paso a fuerzas tan puras como el amor, la supervivencia, el sentido de pertenencia y la fidelidad.

Una vez más, Susanna Tamaro nos acaricia el alma a través de un estilo sosegado pero hondo, un intento por hacernos entender el viaje interior al que se enfrenta una persona ante una pérdida tan terrible como terrenal.

Y es que, en palabras de la autora, esta historia “es un itinerario desde la senda de la oscuridad hacia la luz y la reparación del corazón”, aunque la única incógnita que deja y que resonará eternamente en nuestra cabeza es: por qué.

“Hace ya quince años que vivo aquí. […] Cuando lo vi no pude evitar pensar que te hubiera gustado”.

Te hubiera gustado. Ese pluscuamperfecto de subjuntivo tan hipotético como etéreo. Como el para siempre.

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