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Hoy en día parece impensable, pero hubo una época en que viajar era equivalente a realizar un tormentoso esfuerzo para traer el pan a casa. Sí, así de increíble.

Y es que si nos ponemos a analizar el origen de la palabra inglesa travel (viaje), llegamos a su homóloga francesa travail (trabajo), la cual definía tanto la labor y el tormento por realizar esta acción como el esfuerzo de parir y traer una criatura al mundo. ¿Pero cómo puede ser que palabras tan parecidas lleven un mensaje tan diferente?

Travel, tal y como sucede con trabajo en castellano, deriva del latín tripalium, instrumento de tortura parecido a un potro. Además, es curioso destacar que comúnmente se decía ir al tripalium para hablar de ir al trabajo, un símil que a día de hoy podríamos traducir como ir al tajo o ir al potro. Pero lo que realmente era motivo de tortura y fatiga en otros tiempos era viajar, o lo que era lo mismo, trabajar.

Aquí es cuando nos trasladamos a la época de los eternos viajes marítimos y terrestres y a los largos trayectos en busca de nuevas fuentes de subsistencia. De ahí que tripalium designara poco más que una tortura viajera al igual que sucede al dar a luz en un parto. Y diremos más, la palabra parto comparte la misma raíz indoeuropea que el verbo partir (viajar).

¿Escalofriante coincidencia? En absoluto. Impresionante conexión lingüística.

Bendita mi tortura de parir este blog.

Suerte la mía de emprender este viaje lingüístico.

Bendito este travail.

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